Russell C. Artist, Ph.D.
Adaptado por Santiago Escuain
Biólogos ante el Evolucionismo
Dr. G. A. Kerkut* Dr. William J.
Tinkle Dr. Pierre P. Grassé* Dr. W. R. Thompson Dr. Bermudo
Meléndez* Dr. Heribert Nilsson Dr. Stephen J.
Gould*
NOTA: Los nombres con asterisco (*) pertenecen a científicos de firmes
convicciones evolucionistas.
RECONOCEMOS que la mayor parte de los biólogos modernos han
adoptado la filosofía evolucionista de los orígenes como su explicación de los
datos reales de la biología. De hecho, muchos han llegado a insistir en que la
evolución misma es un hecho de la ciencia.1 Pero esta
afirmación no ha sido nunca demostrada y, de hecho, por la misma naturaleza de
las cosas, no puede ser sometida a prueba. Deberíamos también reconocer que en
la actualidad existe un número significativo de biologos y de otros científicos
que están convencidos de que la creación específica ofrece una filosofía de
orígenes más razonable y satisfactoria que el evolucionismo. Sin embargo, casi
siempre es necesario, antes de que se acepte oír el alegato en favor de la
creación específica, señalar las falsas pretensiones que los evolucionistas
utilizan para apoyar su creencia. Así, ellos mismos, de sus mismos escritos, nos
presentarán el alegato en contra del evolucionismo.
Presuposiciones
G. A. Kerkut,2 catedrático de bioquímica en
la Universidad de Southampton, afirma lo que sigue en su libro Implications
of Evolution (Implicaciones de la Evolución):
Antes que uno decida que la Teoría de la Evolución sea la mejor explicación
de la existencia del presente mundo de formas vivas, se deberían examinar todas
las implicaciones que pueda tener tal teoría.
Hay, sin embargo, siete presuposiciones básicas que frecuentemente ni son
mencionadas durante las discusiones de Evolución. Muchos evolucionistas ignoran
las seis primeras presuposiciones, y tan sólo consideran la séptima. Estas
presuposiciones son como siguen:
«(1) La primera presuposición es que la materia viva se originó en base de la
materia inerte; esto es, se presupone que hubo una generación espontánea.
(2) La segunda presuposición es que la generación espontánea tuvo lugar sólo
una vez.
(3) La tercera presuposición es que los virus, las bacterias, las plantas y
los animales están todos interrelacionados.
(4) La cuarta presuposición es que los Protozoos dieron origen a los
Metazoos.
(5) La quinta presuposición es que los varios phylum de invertebrados
están interrelacionadas entre sí.
(6) La sexta presuposición es que los invertebrados dieron origen a los
vertebrados.
(7) La séptima presuposición es que dentro de los vertebrados los peces
dieron origen a los anfibios, los anfibios a los reptiles, y los reptiles a las
aves y a los mamíferos. Algunas veces esto se expresa en otras palabras: esto
es, que los modernos anfibios y reptiles tuvieron un grupo ancestral común,
etc.» (op. cit. pág. 6).
En su prefacio se refiere él al tratamiento que en la actualidad se da a
estos temas, que son aceptados como si se tratara de hechos demostrados. Dice
él:
La mayor parte de los libros acerca de la Evolución tratan estas
presuposiciones con arrogancia como parte de un antiguo debate histórico ya
resuelto, o bien evitan considerar las presuposiciones, y, en lugar de ello,
tratan de las partes más científicas y matemáticas de la Evolución. (pág.
VII.)
La mayoría de los que apoyan la teoría evolucionista mantienen que estas
siete presuposiciones son válidas, y que constituyen la Teoría General de la
Evolución. A todo esto, Kerkut afirma:
Lo primero que quisiera decir acerca de ello es que estas siete
presuposiciones son, por su propia naturaleza, incapaces de verificación
experimental. (pág. 7; énfasis añadido).
No es posible, dentro de los límites de este pequeño artículo, examinar de
una manera exhaustiva cada una de estas presuposiciones. Será suficiente decir
que se puede mostrar que las dos primeras son «incapaces de verificación
experimental», y que las otras cinco que siguen pueden también mostrarse
lógicamente como inverificadas por los métodos experimentales.
El Origen de la Vida
En respuesta a la cuestión del origen de la vida o de la generación
espontánea de la vida, o abiogénesis (todos estos términos están siendo
extensamente empleados en la actualidad), sólo podemos señalar aquí que el
estudio de los orígenes no es, hablando estrictamente, ciencia. No había
observadores científicos cuando la vida se originó, ni cuando vinieron a existir
los diferentes tipos de organismos. Estas cosas no están teniendo lugar ahora en
nuestro mundo presente, por lo que el problema de los orígenes, sencillamente,
no se puede solucionar por medios científicos. La pretensión del origen
espontáneo de la vida no es más capaz de prueba científica que el que la vida se
deba a una creación específica. Estas dos filosofías de orígenes, evolución y
creación específica, son las únicas que están en la actualidad a disposición de
los hombres de ciencia. Cada uno tiene que tomar su postura en base de una de
estas dos.
La réplica
Es necesario saber que la mejor contestación a todo el tema
del evolucionismo se halla en el lugar en el que uno no lo esperaría, en la
Edición del Centenario de El Origen de las Especies de Darwin (edición en
inglés de la Everyman's Library). Con una retadora introducción, el Profesor W.
R. Thompson, F.R.S., anterior director del Instituto de Control Biológico de la
Commonwealth, de Ottawa, Canadá, vuelve del revés el adulador veredicto que
escribió Sir Arthur Keith 25 años antes acerca de Darwin y de su obra. Dice el
doctor Thompson:3
Como ya sabemos, existe una gran divergencia de opinión entre los biólogos,
no sólo acerca de las causas de la evolución, sino incluso acerca del mismo
proceso. Esta divergencia existe porque la evidencia es insatisfactoria y no
permite llegar a ninguna conclusión cierta. Por ello, es justo atraer la
atención del público no científico a los desacuerdos existentes acerca de la
evolución. Pero algunas afirmaciones recientes por parte de algunos
evolucionistas muestran que creen que esto es irrazonable. Esta situación, en la
que hay científicos que se lanzan a la defensa de una doctrina que son incapaces
de definir científicamente, y más incapaces aún de demostrar con rigor
científico, tratando de mantener su crédito ante el público suprimiendo críticas
y ocultando las dificultades, es anormal e indeseable en el campo de la
ciencia. (pág. XXII; énfasis añadido).
Sería difícil encontrar una réplica más decisiva que ésta a todo el problema
de la evolución como «hecho» científico aceptado. La dificultad
reside en que son tan pocas las personas que saben que existe una respuesta tan
adecuada. Cualquier persona que disponga de esta introducción a El Origen de
las Especies de Darwin quedará advertida antes de aceptar algunas de las
conclusiones que se hallan en esta obra.
Es la firme convicción del presente escritor que si el público estuviera
mejor informado, la doctrina evolucionista sería reconocida por lo que es: un
esforzado intento de explicar el origen de todo el mundo de lo viviente desde
una postura filosófica que excluye de entrada al Creador. Éste punto lo expresa
bien el cosmólogo materialista C. F. von Weizsäcker en su obra La importancia de
la ciencia:
No es por sus conclusiones, sino por su punto de partida
metodológico por lo que la ciencia moderna excluye la creación directa.
Nuestra metodología no sería honesta si negase este hecho. No poseemos
pruebas positivas del origen inorgánico de la vida ni de la primitiva
ascendencia del hombre, tal vez ni siquiera de la evolución misma, si queremos
ser pedantes.4
Todavía no entendemos demasiado bien las causas de la
evolución, pero tenemos muy pocas dudas en cuanto al hecho de la evolución; ...
¿Cuáles son las razones para esta creencia general? En la última lección las
formulé negativamente; no sabemos cómo podría la vida, en su forma actual, haber
venido a la existencia por otro camino. Esa formulación deja silenciosamente
a un lado cualquier posible origen sobrenatural de la vida; así es la fe en
la ciencia de nuestro tiempo, que todos compartimos.5
Esto es, no se cree en el Evolucionismo debido a que existan unas pruebas
positivas reales que lleven a tal postura como conclusión científica. Más bien,
el hombre «moderno» toma su punto de partida en un rechazo de toda
posible revelación de Dios, e interpreta todo el mundo que le rodea en términos
de una filosofía que de entrada rechaza a Dios. Así, el Evolucionismo y
la mentalidad racionalista atea no son una conclusión necesitada por el
estudio de la realidad, sino la filosofía de partida en base de la que se
interpreta la totalidad de la realidad, y que toda persona reflexiva hará bien
en examinar cuidadosamente.
SUPLEMENTO
El doctor John N. Moore, profesor de ciencias naturales en la Universidad
Estatal de Michigan, escribe así:
La única evidencia de cambio que puede ser considerada
apropiadamente como el resultado de la aplicación del método científico es la
evidencia de la variación genética dentro de los límites de los tipos o formas
de las plantas. El tipo perro, el tipo caballo, y el tipo humano existen; el
tipo liquen, el tipo helecho, y el tipo de planta fanerógama existen. No hay
evidencia de ningún tipo, empírica, repetible, reproducible, predecible, de
experimentos de reproducción, de que existan conexiones entre estos tipos, ni
existe tampoco evidencia alguna en la principal fuente histórica, el registro
fósil, de ninguna conexión real en secuencia de estos tipos.1
Dice el doctor William J. Tinkle, genetista graduado en la Universidad
Estatal de Ohio:
Las cosas vivas, dejadas a sí mismas, no tienden a mejorar a
través de sucesivas generaciones, ni tampoco tienden a deteriorarse excepto
cuando tienen lugar accidentes tales como las mutaciones.2
La genética ... describe a genes que se reproducen fielmente
excepto cuando mutan, y en este caso lo que tiene lugar es o bien la muerte o
bien la pérdida de vigor.3
Sobre este extremo, afirma el eminente zoólogo francés Pierre
P. Grassé:
La genética es la ciencia de la herencia, de la conservación
del patrimonio específico; sus relaciones con la evolución no son conocidas más
que a través de teorías, lo que es bien poco.4
El doctor Bermudo Meléndez, anterior catedrático de paleontología en la
Universidad Complutense de Madrid, admite lo siguiente acerca de la naturaleza
del registro fósil:
La amplitud de la evolución realmente comprobada por los
datos paleontológicos es bastante restringida, y lo mismo puede decirse de las
experiencias de genética en el laboratorio. Ésta es la que se suele llamar
microevolución, que abarca, desde luego, la evolución intraespecífica y
la que, traspasando los límites específicos, queda limitada a los géneros y, en
algunos casos, a las familias.5
El principal motivo de incertidumbre está
en que ya desde los restos fósiles más antiguos
conocidos, están perfectamente individualizados todos los
«tipos» de organización de los Invertebrados, que
aparecen aislados entre sí, sin formas intermedias conocidas; y
en cierto grado, también las «clases» aparecen en
las mismas condiciones. El «tipo» Vertebrados
también aparece individualizado, desde el primer momento, sin
que a ciencia cierta se pueda decidir cuáles podrían
haber sido sus antecesores.6
Y Stephen Jay Gould, profesor de geología y paleontología
en la Universidad de Harvard, concuerda con los anteriores acerca de la
naturaleza del registro fósil:
Todos los paleontólogos saben que el registro fósil contiene
bien poca cosa en cuanto a formas de transición; las transiciones entre los
grupos principales son característicamente abruptas.7
La extrema rareza de las formas de transición en el registro
fósil persiste como el secreto profesional de la paleontología. ... Nos
imaginamos ser los únicos verdaderos estudiosos de la historia de la vida, y sin
embargo para preservar nuestro favorito relato de evolución por selección
natural consideramos que nuestros datos son tan malos que nunca vemos el mismo
proceso que profesamos estudiar.8
El doctor Heribert Nilsson, profesor de botánica en la Universidad de Lund,
Suecia, llegó a esta conclusión tras una vida de estudio:
El resultado final de toda mi investigación y estudios, o
sea, que la idea de la evolución, puesta a prueba mediante experimentos acerca
de especiación y ciencias relacionadas, lleva siempre a contradicciones
increíbles y a consecuencias conducentes a la confusión, por todo lo cual
debería ser abandonada, encolerizará indudablemente a muchos. Y con más razón
encolerizará a muchos mi conclusión de que la teoría de la evolución no puede en
absoluto ser considerada como una filosofía natural inocua, sino que constituye
una seria obstrucción a la investigación biológica. Obstruye —como se ha visto
en repetidas ocasiones— la consecución de resultados coherentes, incluso a
partir de un material experimental homogéneo. Porque en último término todo se
tiene que retorcer para que concuerde con esta especulativa teoría. Por ello, no
se puede erigir sobre ella una biología exacta.9
NOTAS AL ARTÍCULO
1. Huxley, Julian, «Introduction» a The
Origin of Species de Darwin (New York, New American Library, 1958). También
en la colección de libros «paperback» de Mentor Books, MD 222.) Volver al texto
2. Kerkut, G. A., Implications of Evolution (Londres,
Pergamon Press, 1960). Volver al texto
3. Thompson, «Introduction» a The Origin of
Species (Londres, J. M. Dent & Co., 1956). Volver al
texto
4. Weizsäcker, C. F. von, La importancia de la ciencia
(Barcelona, Ed. Labor, Nueva Colección Labor n(o) 27, 1972), pág. 125. Volver al texto
5. Ibid., pág. 131. Volver al
texto
NOTAS AL SUPLEMENTO
1. Moore, J. N., «Evolution: Requirement or Optional in
a Science Course?» Journal of the American Scientific Affiliation,
Sept., 1970, pág. 87. Volver al texto
2. Tinkle, W. J., Heredity (Grand Rapids: Zondervan
Publishing House, 1970), pág. 51. Volver al texto
3. Ibid. Volver al texto
4. Grassé, P. P., La evolución de lo viviente (Madrid:
H. Blume Ediciones, 1977), pág. 20. Volver al texto
5. Meléndez, B., Paleontología, tomo I (Madrid:
Paraninfo, 1977), pág. 155. Volver al texto
6. Ibid., pág. 156. Volver al texto
7. Gould, S. J., «The Return of the Hopeful
Monsters», Natural History, vol. 86(6), June-July 1977, pág. 24.
Volver al texto
8. Gould, S. J., Natural History, vol. 86(5), May 1977,
pág. 14. Volver al texto
9. Nilsson, H., Synthetische Artbildung (Lund: C. W. K.
Gleerup Publishers, 1954), pág. 11. Volver al texto
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